Galería

Qué espejos redondos y delirantes son mis ojos de viejo cuarzo

que vienen de sobrevivir de la extinción de las eras.

Vetustos y cansados de reflejar la luz de soles muertos,

inquietos de primavera dejan al agua danzar en sus corazones.

Qué redondos y de enloquecido cristal por guardar tanto de ti,

mantos de agua tibia en el tiempo, misterioso impulso de nítida alma

que me dejó ver a través de su luz.

Redondos y viejos en la pared de mi rostro protegiendo en sus muros al corazón,

y en ellos estás y todos tus rostros. ofrendados a la historia de las formas;

tú y tus gestos, y tu voz como la de un pájaro que cruza los sueños,

tú y tus juegos, tus máscaras y tu brillo desnudo empapado de deseo.

En ellos, en sus oblicuos cantares, en sus aros de agua, y cristales de peces,

los huesos del fuego, esa parte de tu vida que cediste al juicio de mi mirada.

Tú y tu despertar de cada mañana, tú y tu silencio libre y valiente, tú y tu aura de corales.

He podido repasarte uno a uno, la galería, el resumen de tus sonrisas,

y el sonido de arroyo de tu llanto.

He volado a la profunda memoria de los ojos, boca abajo como la luna que repasa la noche.

Y solo podía llevarme un recuerdo de tus azules multiplicaciones,

un poco de tu humedad, aquella mirada tuya oculta y silenciosa que nunca vi sino en mis sueños.

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