He habitado la inquietud
desde el inicio de mis días:
vivido en la duda constante,
sido el giro amargo de la trama
y cuestionado siempre a la belleza.
No basta,
nada basta.
Sufro del pecado de la insatisfecha,
la angustiosa vida de la inconforme,
la tácita ansiedad del mañana,
la voluntad dulce de su ira.
Busco solución a la pena del mundo,
al dolor de la infamia y de la guerra,
al clamor de un ser meditabundo
que desenvaina con certeza la espada.
Recorrí mil castillos de aire
para construir uno solo en la Tierra.
Hoy inicio otra nostálgica cruzada,
con la razón como fatua antorcha.
La dicha es temporal,
como lo es el alivio:
Vivo a tristes pasos de gitana,
con la melancolía de haber convertido
al mundo entero en mi casa plena.
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