Ofrenda a la memoria

Hay que ponerle pruebas al infinito,

para ver si resiste. Roberto Juarroz

Qué tanto puede la memoria sostener de nuestros rostros fijos en aquella luna,

y de quel instante claro en el que tuve noción del cielo y de sabernos eternos para el otro.

Ofrendo el llanto más puro del corazón, de esa fuente pura y lejana de las iracundas cuencas

de los ojos gastados; ofrendo el sueño de las iglesias azules, las plegarias que lentamente se suman al incienso.

Qué tanto puede la memoria que en contra de la feroz lluvia del desamor libera los cuerpos que tuvimos,

¿ volverá a ser todo como fue en algún rincón del tiempo?

Limpio mis ojos de recuerdos, señalo al amor sin nombrarlo.

Tengo cicatrices de espinas en un cuerpo debajo de mi cuerpo.

Han venido pétalos arrugados a dibujar cruces en mi frente,

un sabor amargo de incendio de relojes me danza en los labios.

Hubo un pacto de sangre, y la memoria lo sabe.

Algo virgen quedó oculto entre mis ojos y mis ojos.

No hay dolor en desangrar a mis árboles.

Es incierto saber lo que podrá la memoria con su cetro y su orbe de historias.

Ahora que parecemos muertos, las cruces en la soledad de los altares nos tienden los brazos,

ponemos el corazón entero ante los archivos del tiempo, las lágrimas caen con un placer de sacrificio,

la obsidiana fresca tiende su rostro al sol.

Hoy tu rostro de niño ha salido a jugar con las estrellas.

El tiempo nos guarda con celo como a dos blancas rocas, donde la ola gustosa impregna sus cantos de horizonte.

Te he pensando como el mar con su permanente ofrenda de aves y flores con esencia

de muerte que aman irse lejos; te he pensando como el amor y aullo hacia lo hondo de mi pecho,

en la memoria, en su fosa de eternidad.

Qué tengo sino promesas y anhelos para darle a ese polvo que encierra el origen,

qué tengo sino un frío de ternura , y alcancias llenas con confesiones de amor.

Y entonces me escucha, como la luna que se inclina al lago oscuro y melacólico,

y echa a andar sus cuerdas hacia atrás entre los muertos, camina el silencio entre las lágrimas caídas.

Los campos vuelven a extender sus reflejos sobre la noches, tu ausencia y tu estrella toman forma de mano,

un sabor de luces me abre los ojos y las piernas.

Hoy tu rostro de niño juega con mi miradas, mis labios abrazan las tímidas palabras

que no te dije en medio de aquella carrera de besos hacia el confín ;

se abren las esencias del recuerdo; y hacia el cáliz de su muerte va la lluvia de aquella luna

en el instante claro de ser el cielo entre tus brazos.

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