Anémona

1

Ha abierto sus pétalos la herida del corazón al ritmo de las estaciones de la luna

y ha dejado caer su canto en el espejo enrojecido del cielo.

Anémona arropada en plasma,

pétalos de arterias deshojandose en la profundidad de la noche

en la que los labios de la luna han olvidado susurrarle a las estrellas.

El tiempo abre su laberinto de espinas para los dedos arrugados de la rosa,

y en la la última lágrima del tallo hay una imagen, ¿su rostro abofeteado por la lluvia?

¿mi semblante dividido, prolíferación de heridas y susurros de amaneceres ?

Sí, porque ella llora pétalos de pétrea sangre como eco

y semillas que ocultan en el vientre llantos de niños en el fallido intento de florecer.

2

Ha extendido mi corazón sus ramas como un Ganesha de madera

que herido vierte un río de lotos de rubí y cual danzantes

que trazan los caminos van al cielo persiguiendo los rostros de la luna

y dejan caer su canto al púrpura reflejo de mi pecho.

Algo ha muerto en mí de una muerte indescifrable e indecible

en esta flor que me mora y que es herida por sí misma, por el filo de las lágrimas

muertas en el intento de nacer a la muerte de semillas

que no dan manantial de sangre

sangre que se enmudece en la tierra y da clamor a los fantasmas del lodo.

3

Gigante dolor mora en el pecho que cada mes abre de nuevo su corola la anémona

del ventanal acuario y roza con sus pétalos el umbral del amor para sólo recoger

polvo de raíces, sobras de fetos enroscados a la vida,

polvo de sangre que es rocío en mi jardín del tiempo.

La anémona sucede al ritmo del carrusel de la luna

que refleja sus rostros vacíos en los cristales de mi alma.

Fallido deseo de amar, aborto de la misión sentimental que parecía desbordarse

hasta las cumbres de la intangible fuerza de los astros.

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