Capilares

 

 

Y yo me inundé en la mar de tu pelo
sumergida cual sirena de agua tibia,
en la alfombra de trigo, tu cabeza,
que cubre tu inteligencia inaudita.

Sumergí la mano en tu melena
con el mismo gozo de los dedos
que en el saco de arroz aventurados
también a la arena acarician.

Porque mi tacto me ha hablado desde lejos
en el código de una lengua casi extinta:
la sensibilidad de los pétalos de rosa
y el toque sempiterno de la brisa,
donde se reencuentra dulcemente con la vida
al contacto de tu piel y tu cabello.

A tus hebras de oro, imantado,
sigue mi olfato al néctar de tu aroma
cuando poso el templo de tu mente,
en mi pecho y a la precisa hora
en que Morfeo por la noche te visita.

Y tu cortina de sol que ahora es blonda,
aun cuando nívea se torne con el tiempo,
yo seguiré navegando por la espuma
y por el mundo que me revela tu cabello.

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