Cuando sientes que me alejo de los caminos que conducen a tus labios
vuelves a tenderme un puente entre los sueños .
Bien sabe tu alma que quiero olvidar esos senderos estrechos, esos contornos de calles
en los que angustiado se pierde mi amor entre latidos de agónica luz.
Mas no es un beso lo que das porque mis sueños no pueden edificar esas puertas
ni ventanas que emanan abiertas de tu rostro; es solo recuerdo,
fantasma con disfraz de memorias lo que sale de mi boca hasta tu aliento.
Puede ser otra cosa siendo ahora que mi labios tan crecidos, y mi rostro más
que de una niña en aventuras de aprender, es dueña del oficio del besar.
Aquel beso blanco y antiguo es un ave sacrificada en el promontorio de una callada y dormida palabra.
Aún así parece tan real que te beso, parecen tus labios los mismos cuando desde su descanso
me llaman con una luz de luciérnagas en la sed de esta noche ocura sin estrellas para beber;
tus labios como de parques y esquinas que transmutan y se esconden el aroma de las flores.
Vuelve el deseo a liberar su carrera por las cúpulas de rostro, tienes en el pecho una cruz que quiero besar.
Y todo se eleva, las alas rotas transmutan su cansancio
y aunque ya no sepa a que rastro de sol huelen tus poros,
y me sea tu nueva máscara desconocida,
mis labios reviven como si un fuego lejano del tiempo, una serpierte de origen tocara
rozara la frágil piel del silencio.
Es un fuego con memoria de astros, es un beso azul con textura de cósmica explosión callada.
Y vuelvo a sentir el placer de las primigenias aguas, el dulce que sienten las venas del mar
cuando la atraviesan los ríos.
Bien sabes, amor, que entre tus labios y mi frente y mi pecho y mi cuerpo están los reinos
del tiempo con sus murallas de silencio, y que ángeles custodian los atajos de un encuentro
entre árboles que aún recuerdan nuestra desnudez de hace siglos.
Mas poco les importan a nuestros besos con memoria, imponer en la niebla de la imaginación
sus viejos designios y revivir por instantes ese umbral de mi aliento frente a tus labios, como un eco de amor.
Ellos saben que los minuteros de un sol implacable derramaran de nuevo esta de sed nosotros que nos ha
perdurado desde el Renacimiento, y a través de los velos acuáticos de muchas vidas.
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