−Les dije que supervisáramos personalmente, y no confiaramos en estos cuates, ya ven, se nos pasó la mano, ya despoblamos más de la cuenta al planeta.
−Sí primo, y ahora qué vamos hacer con todo el oro, divisas, la energía, y las reservas de alimentos y medicinas que tenemos.
−Lo peor del caso, primos, es que ya no tenemos a quien mandar, de qué sirve tanto poder, si no lo podemos usar.
−Lo bueno, es que ya se murieron nuestros antepasados, sino, ahora mismo les hubiera dado un infarto fulminante. Tanto que nos metieron sus ideales hasta por las vitaminas que nos daban.
−A nosotros nadie nos preguntó si estábamos de acuerdo con esto, daban por sentado que si eramos sus descendientes, lo seguiríamos.
−El caso es que, de la poquita gente que está en el planeta, la mayoría está enferma, aletargada, desorientada. ¿A quién le dan ganas de interactuar con ellos!
−Y ahora, ¿qué hacemos?
−Acabemos con los que quedan. Y empecemos una nueva etapa. Sólo nosotros, escribamos nuestra propia historia, nuestro propio Génesis, nuestro propio Libro Sagrado, también pongámosle eso, que dice el Apocalipsis al final, me gusta: Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que describe este libro. Claro, con ciertos cambios.
−¡Ay no, es mucho, qué flojera!, mejor que se escriba sin Apocalipsis, y, ¿quién va a hacer el trabajo pesado?
−Descongelemos la reserva de población que está genéticamente alterada, ellos no tienen necesidad de arbolitos de la vida, ni de ciudades santas.
Fin
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