Me veo de reojo, y capto la raquítica tolerancia que pigmenta mi desgastado esqueleto.
Peso las cicatrices de mi corazón, y las arrugas en mi cara. Y siguen ganando aquellas.
Ah, y esa melodía tan mía!, construida con el correr de mi closet, el rechinar de la alacena, y el sonar de la bolsa de mis churritos con limón
Decido quitarme el capotraste infiltrado en mi cuero cabelludo para quedar decapotrastada por un ratito, mientras parto mi pastel con 100 velas, una por cada texto.
Leo lo de siempre: Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz.
Agradezco el don, y me pongo a escribir…
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