Peón

Te has sentido un instrumento más
en un juego siniestro
donde monstruos de mil rostros
mueven los hilos.
Peón te mueves
con la añoranza de un destino
que le gritas al ligero caballo,
al oblicuo alfil, a la torre homérica
a tus compañeros, peones agresores
a las reinas armadas y reyes postreros (sí, todos ellos de Borges)
pero reparas en que hay un acuerdo entre los que juegan
para mantener a todos dentro del tablero.

Peón avanzas recto con la ilusión de coronarte
dejar tu lugar en el juego por otra pieza
con honores, de la guerra retirarte
más afuera no es Dios sino buitres
quienes mueven a los jugadores ilustres
y afilan sus garras para devorarte
¿Qué Dios por encima de esas aves de rapiña,
que vomitan una promesa en papeles impresa?
Peón que conoce lo blanco de la noche y lo negro del día
rueda hasta el borde de la mesa, no mires la partida
y al caer ábrete a la vida.

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