Olvido

Posiblemente te conozco desde el nacimiento de todas las horas

que hemos apilado en la hoguera de nuestros huesos

del tiempo que danza con pájaros de yeso que cantan números.

Posiblemente te conozco desde el nacimiento de las nubes

cuando eran respiración de estrellas y mis ojos eran gotas sin forma

que reflejaban la sangre oscura de la noche,

desde que eras el rocío que en las flores se gestaba y en las que yo ya reconocía tu olor,

tu nombre olvidado.

Tal vez desde el vuelo de la primera mariposa que sostuvo al mundo en sus efectos,

ya te conocía, o desdel el primer soplo frío del hielo en el que los cometas dejaron su huella de fuego

y las llamas danzaban en el rostro de la tierra y cantaban con voz de arrugas.

Posiblemente nadamos juntos en la primera gota de sangre que Abel derramó sobre la rosa cerrada

de la muerte.

He olvidado la ternura de ser trébol que danzaba descalzo por el aire,

de ser astro jugoso en el árbol de la vida donde juntos nacimos.

He olvidado el camino del cielo con sus luces escondidas en las nieblas planetarias,

y he perdido las huellas de las células que buscan el útero de tu mirada,

que de antaño ya me observaba y yo miraba expandirse en la primera lluvia.

Olvidé el lenguaje de las hojas, de la madera enternecida por el pirmer abrazo del fuego,

el lenguaje del agua atravesada por la luz de los cuerpos de Adán y Eva,

el lenguaje de las brasas en los cristales

y las piedras cuando fueron rozadas por la existencia.

Olvidé todos los cantos que por siglos antes del tiempo,

las aves compusieron en sus celestes gargantas.

Regresa a mí, vuelve como una pluma, como un pétalo

o como una astilla de barro encendido,

ánclate en los ojos del recuerdo que me esconden al corazón,

deja atrás el peso de los huesos, el crimen del olvido,

olvida los cementerios, la entraña de la rosa abierta de la muerte,

y recuerda el instante de ser color en mis ojos, de ser luz y pasión cegadora del sol.

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