Ya casi son las doce de la media noche
y la irrevocable presencia de tu ausencia me grita.
poco a poco se acerca la neblina
los autos pasan de largo, egoístas
hace frío y huele a cigarro.
una bomba cayó y paralizo al tiempo, parece que murió y nadie se ha dado cuenta.
Por allá aquellos amantes se abrigan en la inmensa frialdad de sus cuerpos, para darse calor.
Aquel anciano no deja de ver su reloj de bolsillo, como sí supiera que la muerte lo espera.
Un niño llora en brazos de su madre.
El tiempo esta agonizando. Y la noche se viste a su lado.
Mi nariz está fría, mis pies tiemblan
Y me caigo en una música suave y lenta,
mis demonios acuden, lamentablemente no hay tema de conversación con ellos.
Doce y ocho minutos
sigue muerto, sigue frío,
muchos decidieron abandonar al tiempo y su lengua amarga
se han ido corriendo y sollozando.
Ha llegado a la estación una mujer envuelta en diamantes, orgullosa y bella, no espera a nadie ni siquiera al tiempo.
Doce con quince minutos,
no hay cielo, no hay estrellas, no hay música ni gente
sólo se ven a lo lejos las luces de neón de los burdeles.
Y el tiempo grita, ya no hay nadie que le llore, es un viejo resentido que se muere.
La mujer llora a chorros mientras se ve en su espejo.
Esta vez trajo a su amante consigo, un tipo flacucho y de corbata.
Y así de la nada me apareció tu voz sin rostro
me gritaste que la noche es sólo un augurio del deseo,
Tú eres deseo, tú eres presencia
tú mi destino perdido entre estrellas sin luz,
tú el destino que nunca llega y la luz que siempre abunda.
Huele a muerto.
Los coros cantan, se encienden las velas y los niños lloran.
El tiempo murió, podemos ser cualquier cosa.
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