“And if I told you that I loved you
You’d maybe think there’s something wrong
I’m not a man of too many faces
The mask I wear is one”.
De entre los velos y candiles de tu rostro
¿Cuál debo despejar,
pardo querido?
¿Cuál de ellos debo saber
y ahondar en sus entrañas,
indagar en sus congojos?
Depende el juego en que juegue la carne,
me he dicho,
depende del agua
que tus manos me den a beber.
Y si empuñas en mi espalda tu silencio
¿quién deberá de gritar de dolor?
¿deberé cerrar entonces mis labios
como estatua de sal inanimada
por escalofríos
o deberé llorar por los dos?
Y no gritas, hombre, nada cambias.
Ni redobla ni retumba tu voz.
Te suplico que rompas de ira
a las montañas,
porque en medio del incesante clamor,
la locura de mi soledad
habrá delirado al delirio,
derrochado lo amado,
o confundido lo partido
y me resignaré súbitamente
a no comprender nada.
Ni el dolor
ni tus gestos,
ni el ceño que frunces,
ni tus manos nerviosas,
absolutamente nada.
Sólo a percibir tu infranqueable máscara
colmada de laberintos
porque tu rostro es un lenguaje
que tristemente desconozco.
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