Ir adentro,
buscar la tecla que suelta el sonido putrefacto
decubrir el ruido, lo que oculta
levantar la tapa del corazón
urgar en sus cuerdas
desatar la enredada al cuello del pájaro que toca el piano.
Meter las manos en el mecanismo,
mancharse con aceite
mover las tuercas o cambiarlas
untar el combustible almacenado de tus palabras
usar las herramientas adecuadas
aunque no conosca sus nombres.
Pasar los dedos por las espinas de metales y herirse en el intento
rozar la piel y marcarla con la melodía de recuerdos, tuerca caliente,
dejar gotas de aliento en el resorte
e ir hacia ti, hacia tu resonancia,
adentro,
hacia tus ojos que a veces se ponen vacíos de música.
Se oyen sonidos de un tren
mover las ruedas y el engranaje con la respiración
ser aliento de humo que sigue el camino
correr en lineas hacia el horizonte
(¡Siempre hay un nuevo horizonte inalcanzable,
¿soy el tren o voy en él recorriendo el mundo eterno de mi alma?)
Parar
dejar que suban pasajeros hacia el fin o el principio de mi eternidad,
respirar el olor a maderos que han liberado a la flores
ir hacia el faro
(¡Siempre hay un faro, pero recuerdo que voy en tren no en barco)
llegar a la estación y no bajar ,
seguir ocupando el último vagón
sola
con el sonido mutilado persiguiéndome a lo lejos
y descubrir que aún oculta bajo teclas las partes rotas.
Parar en la terminal
apresurarme hacia el faro
renovar el mecanismo de la luz
abrirle el ojo al cíclope guía de la noche,
empujar la claridad hacia la tapa del corazón,
abrirla y escuchar la misma melodía descompuesta.
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