Los días de tierra tienen un manto de polvo decorado con estrellas caídas,
el manto es rojo a veces y otras negro y guarda cristales que fluyen
subterráneamente hacia un mar de arenas.
Los días de tierra tienen tatuados huellas desnudas
que dejan escritos de rubí sobre la sequedad del cielo
y se esfuman tras las llagas y los pasos de un viejo moribundo.
Cargan cruces de trabalenguas más distorsionados en el tiempo
y rehiletes sordos a la música del viento,
cargan flores mutiladas por las manos de un joven enamorado,
flores mutiladas por el cuerpo de una pareja amante.
Los días de tierra no pueden dormir por el ruido
de los grilletes de un niño esclavo,
no pueden soñar con comer semillas de girasol
porque sus sueños sufren condena perpetua en la cárcel de la realidad.
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