La Leyenda Moderna de la Orden del Águila Azteca

El rey Saltunman abrió los ojos y permaneció un instante quieto sin moverse. Se dio cuenta que estaba acostado. El aroma a tierra húmeda mezclado con perfume de flores llegó a su nariz. Sintió el pasto picarle la palma de sus manos y levantó su cuerpo para sentarse y ver dónde estaba. Ciertamente no estaba en los jardines de ninguno de sus palacios. No, aquí en vez de los muros de mármol perfectamente diseñados, este jardín lleno de flores era rodeado en toda su extensión por montañas de roca árida que hermosamente iban siendo teñidas de color naranja conforme el sol iba apareciendo por el oriente.

De pronto unos golpes rítmicos, risas y vítores en un dialecto que él no comprendía se oían a lo lejos, por detrás de una pequeña loma que le impedía ver la longitud del valle desconocido en el que se encontraba. El rey se levantó y apresuradamente subió la loma procurando esconderse detrás de un arbusto para ver que sucedía.

Eran cientos de altos hombres morenos, musculosos con taparrabo y cascos en forma de águila en la cabeza y grandes cadenas de oro y jade colgando de su pecho y sus muñecas. Golpeaban sus escudos al unísono mirando al sol. Después de un rato de observar a esos personajes, sintió ganas de ordenar su ejecución inmediata, pero no estaba nadie de su palacio real a su disposición.
Pero a unos cuantos metros lejos de ellos, había unas personas que desentonaban completamente con ese atuendo, personas que vestían trajes de vestir más occidentales.

De pronto sintió una mano enorme que le tomaba la espalda y oyó un grito en sus oídos.
—Aquí hay otro!
Y los cientos de guerreros águilas voltearon su mirada a la loma donde ya descendía el rey Saltunman a empujones de su escondite.
Todos vitorearon una vez más y de un empujón fue a dar a el grupo de personas que desentonaban en su vestimenta.
—¿Tú quien eres?, se atrevió a preguntarle en inglés un señor de traje un tanto anticuado.
El rey se emocionó mucho de oír el inglés y poder comunicarse con alguien.
—“I am …
pero antes de contestar se dio cuenta que detrás de este señor estaba el expresidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. No podía creerlo, porque hacia mucho de su muerte. Él mismo como gobernador de su país había mandado una carta de condolencia en nombre de su padre el rey, y era él, no había duda, lo había visto un par de veces en persona y nunca se le olvidaba una cara. Tuvo el impulso de ir a saludar al viejo Dwight, pero se detuvo al ver que este estaba hablando con el Rey Olaf V de Noruega quien se negó a dejarle construir una mesquita en ese país.
—Well I’m Walt Disney sir — le contestó el señor del traje anticuado al ver que el rey Saltunman se quedaba perplejo ante lo que veía.
El rey Saltunman dejó caerse de rodillas en el suelo. Cayó en cuenta de una cosa. Debía estar muerto, no había otra explicación, ahí estaban todos esos personajes que hacía tiempo que habían fallecido. Entonces recordó su muerte y sintió la sed de venganza recorrerle por todo su cuerpo.
—Vamos hombre levántese que la muerte aquí no es para tanto. Le dijo Walt Disney tratando de ayudarlo a levantarse.
El rey sintió el golpe de un bastón en su cuerpo. Iba a voltear para pegarle en la cara a quien se lo había dado pero se dio cuenta que era una vieja amiga de su reino,
— ¿Desde cuando que ya no saludas a tus viejos amigos? le dijo la viejecita que estaba ataviada con un traje sastre y un sombrerito que le cubría la mitad de su cabeza
— ¡Su majestad Isabel! ¿pero usted también está acá?
Yes darling, desde hace 3 años, 11 meses y 20 días que llegué aquí, tan perpleja como te ves tu ahora.
— Pero ¿qué es esto? ¿dónde estamos?
— ¿Reconoces el collar que cuelga de tu cuello?
El rey agachó la cabeza y se dio cuenta de la insignia en forma de águila azteca que pendía de su pecho y del collar de eslabones alternados, unos con piedra turquesa y otros con cabezas de águila en plata dorada que tenía sobre su cuello —Si, es el que me dio el mequetrefe ese de México que vendió a su país.
—Pues todos aquí lo tenemos my dear.
La reina se sacó su collar de entre su traje color azul y Walt Disney se sacó el suyo de entre su camisa. Ambos collares brillaron con el furor del sol.
—A mi me lo dio en 1973 otro mequetrefe entonces presidente de ese hermoso país durante su visita a mi imperio. Recuerdo haberme emocionado porque mi esposo lo había recibido años atrás y el diseño era muy hermoso. Yo quería uno y lo obtuve.
—Creemos que al recibir este collar nos condenaron a este lugar de verdor y flores por toda la eternidad —dijo el que se decía ser Walt Disney— Yo fui de los primeros en llegar aquí, luego de morir. Al cuarto año se me acercó el sol y me preguntó qué ave me gustaba. No pude responder otra cosa que no fuera un pato, en honor de uno de mis personajes más lucrativos, el pato Donald.
El sol me preguntó si estaba seguro, porque en eso me iba a convertir al regresar a la tierra. Le dije que no quería regresar a la tierra, mucho menos en forma de un estúpido pato, así que sin más el sol se alejó de mi y desde entonces estoy aquí, desde hace 80 años y 10 meses. Jamás ha vuelto ha preguntarme si quiero regresar a la tierra. Pero he visto al sol hacerles la misma pregunta a todos exactamente al cuarto año de su llegada.
—A mi sólo me faltan 10 días para hacer los cuatro años aquí —comentó la reina Isabel— y yo si quiero regresar a mi querida Inglaterra en forma de petirrojo, sobrevolar por el Támesis, posarme en la torre del Big Ben y desde ahí mirar Londres, emprender el vuelo al palacio de Buckingham entrar por una ventana hasta el dormitorio de mi Felipe y cantarle, cantarle hasta que le llegue la muerte.
—Lástima que tu padre no recibió el collar de la orden del águila azteca, si no aquí estaríamos los tres listos para divertirnos. Tu padre si que sabía hacer fiestas en sus palacios.
—¡Presidente Eisenhower hace cuanto que murió y luce exactamente como en sus mejores días en el poder!
—Así es mi amigo, ya tengo bastantes años aquí y es como si no pasara el tiempo. Ya perdí la cuenta. La mayoría escoge volver a la tierra en forma de su ave favorita al cuarto año de estar aquí. Con los años he conocido a varios personajes; estuvo aquí Plácido Domingo quien eligió volver en forma de ruiseñor, un escritor cuya obra jamás leí que se hacía llamar el Gabo, quien pidió volver en forma de cóndor. Todos tienen esa oportunidad, sólo a Fidel Castro quien quería quedarse aquí no tuvo opción y al cuarto año fue devuelto a la tierra, no sabemos en forma de qué. Yo estuve tentado a pedir volver en forma de águila calva pero sabía que las cosas en la tierra iban a pudrirse poco a poco, y no podría volver sabiendo que yo colaboré con ello en parte. Además hay algo en este lugar florido que simplemente me hace querer estar aquí siempre.

—La verdad todo esto me tiene muy confundido. Como es posible que esto esté pasando, como es posible que mi alma no se haya ido a Yanna, esperaba conocer el Firdaws al morir.
—No sabemos bien a qué se debe esto, pero estoy seguro que tiene que ver ese maldito collar —dijo el presidente Eisenhower mientras señalaba con un gesto de su cabeza hacia los guerreros que no dejaban de danzar y golpear sus escudos con sus armas. Parecían estar cada vez más extasiados con sus cabezas hacia el cielo y los brazos extendidos, recibiendo el calor y la luz del sol.
—En verdad no es tan malo. Cuando el sol se oculta, estos guerreros nos llevan a una llanura donde a cada paso que uno da se siente una infinita gracia y placer por todo el cuerpo, cada bocanada de aire es una inyección de éxtasis y gozo. Es la mejor parte del día si me lo preguntas—
—Oh no, lo están haciendo de nuevo— advirtió Walt Disney señalando a los guerreros mientras estos tomaban una formación y posición amenazante hacia ellos. Avanzaban lentamente al compás de un tambor de guerra. El rey Saltunman palpó su cintura en busca de la empuñadura dorada de su cimitarra. Por fortuna estaba ahí.
—No te preocupes si te matan querido rey, si lo hacen despertarás en esa llanura de la que te hablé. Por mi parte no puedo esperar a estar ahí así que siempre soy el primer voluntario en ser decapitado por estos salvajes. No duele nada.

Acabando de decir esto, el presidente Eisenhower dio varios pasos al frente ofreciendo su pecho salido y se plantó ante todos aquellos guerreros, quienes al unísono echaron a correr blandiendo sus Macahuitls para destrozar el cuerpo del presidente.
—Oh ese viejo no es más que un bobo, pero en fin no se puede hacer nada a mi edad más que aceptar la muerte una y otra vez— esta vez era la reina Isabel la que aventando su sombrerito hacia los guerreros llamó su atención y estos se abalanzaron sobre ella, pero justo antes de tocarle un pelo salió disparada hacia el suelo la cabeza de uno de ellos. El rey Saltunman había hecho uno de los cortes más perfectos de los que había hecho en toda su vida y ahora estaba en una pose de figura de acción con su cimitarra chorreando sangre.

Los guerreros se quedaron estupefactos y emocionados a la vez. A un movimiento de cabeza de quien parecía ser su líder, los guerreros hicieron un círculo alrededor del rey Saltunman y poco a poco fueron acercándose a él. Tras un grito todos lo atacaron. Dos, tres cuatro cinco cabezas rodaron antes de que alguien pudiera tocarlo con su arma. Los guerreros retrocedieron. “Las incontables horas de práctica cortando las cabezas de los presos políticos y poetas incómodos de mi reino finalmente están dándome frutos en este maldito infierno” pensó.
Pero justo entonces sintió desfallecer y caer de bruces contra el suelo. Solo alcanzó a mirar como el líder de los guerreros le quitaba su cimitarra de la mano. Lo demás guerreros lo molieron a golpes.

Cuando abrió los ojos, efectivamente estaba en una llanura y junto a él estaba el presidente Eisenhower como si hubiera estado esperándolo toda una vida.
—Venga mi amigo que ahora empieza lo mejor.
Lo ayudó a incorporarse. Y efectivamente en el instante en que el rey Saltunman puso las plantas de sus pies sobre el suelo, sintió una descarga de gozo atravesar su cuerpo.
—¿Verdad que es sublime?
El rey estaba sin palabras y solo alcanzó a mover la cabeza.
Y esto es todos los días. A veces llegamos a esta llanura empujados por los guerreros, otras veces por muerte como ha ocurrido en esta ocasión, pero así es todos los días desde que he llegado. No sentimos la necesidad de comer ni de beber, pero si de aspirar el aroma y libar el zumo de las flores.
—Me alegro por usted sr. Eisenhower, pero el rey Saltunman debe hacer otra cosa que sentir gozo y libar flores.
El presidente Eisenhower rió y le dijo — mi amigo, usted piensa demasiado—

Así pasaron tres años once meses y 29 días.
El rey Saltunman estaba ansioso por que sabía que el sol bajaría a hacerle la pregunta y aún no estaba seguro de querer volver en forma de ave. Sabía que si escogía bien, podía ser un ave inteligente con capacidad no solo de volar o de cantar, sino de efectuar su venganza. Estaba seguro que su hermano que lo había reemplazado en el trono, había orquestado su muerte y ansiaba vengarse de él, aún adquiriendo la forma de ave, tendría la oportunidad de volar sobre él y clavar su pico en uno de los ojos de su regicida hermano.

Pero la verdad es que los días de gozo y éxtasis en la llanura de los guerreros eran tan sublimes que ya no estaba seguro de seguir con sus deseos de venganza.
El sol empezaba a parecer por el oriente, los tambores de los guerreros empezaron a escucharse.
—¿Qué decidiste hacer? — le preguntó el presidente Eisenhower.
—Creo que volveré para cobrar mi venganza.
—Suit yourself— en realidad al presidente Eisenhower se mostraba complacido por la decisión del rey Saltunman, quien durante todo ese tiempo había mostrado desprecio a la llanura del gozo que tanto había llegado a amar el expresidente de los USA.

Justo cuando el sol ascendió lo suficiente para iluminar la parte más baja de las montañas que rodeaban todo el valle, un rayo de luz bañó la cabeza del rey Saltunman y le impidió ver otra cosa que no fuera luz blanca. Sintió que caía en un abismo sin fondo, y los músculos de su cuerpo se relajaron por completo. No podía moverse. De pronto oyó en su cabeza una pregunta:
¿Hijo qué ave te gusta más?
—El buitre.
—¿Estás seguro? Porque en forma de buitre regresarás a la tierra que te vio nacer.
—Estoy seguro
—Así sea
Acto seguido el rey Saltunman soltó el aire que traía en sus pulmones y al abrir los ojos se vio volando los cielos de su reino. Podía reconocer los montes debajo de sus alas sin ningún problema. Emocionado por ver que efectivamente era ya un buitre, emprendió su vuelo hacia el palacio. Al llegar se posó en un árbol cercano a la ventana del rey. Supuso que nadie sospecharía de una insignificante ave de rapiña así que no se preocupó por ser visto.

Pasó todo el día en ese lugar, esperando a a que su medio hermano entrara y poder atacarlo directamente a la cara con su enorme pico. Sin embargo, su hermano no llegó ese día y tuvo que pasar la noche en ese árbol. Al día siguiente decidió sobrevolar en círculos por encima del patio central del palacio, pero no hubo rastros de su medio hermano.

Sin embargo si pudo ver que un agente de policía lo señalaba y por un momento temió ser reconocido y se alejó asustado. Sabía de qué eran capaces sus agentes de policía. Pero al verse en el reflejo de los espejos del palacio se dio cuenta que seguía siendo un buitre y que era imposible que lo reconocieran. Quizo reír pero en vez de eso solo pudo emitir un graznido horrendo.

Pasó la noche en el árbol cercano a la habitación del nuevo rey y muy temprano en la mañana pudo ver que llegaba un convoy de autos de lujo. Supo que al fin había llegado su regicida hermano. Voló por encima del convoy y nuevamente el mismo agente de policía empezó a señalarlo. Seguro de su disfraz, no le dio importancia y al ver a su hermano tensó su cuerpo y se dispuso a cerrar sus alas y lanzarse en caída libre con el pico apuntando hacia su hermano. Pero no tuvo tiempo de ello. Justo en ese instante un dardo impactó su pecho de buitre.

Los titulares del día siguiente sacaron carcajadas a muchos alrededor del mundo:
Policía Arresta a un Buitre acusado de espionaje. Será decapitado al caer la noche.

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