Los días de aire se introducen en mi pecho rompiendo con furia
las escarchas de hielo rojo que tu abrazo me dejó,
trasladan lágrimas en su tren de viento,
lágrimas que como luceros de hielo besan tus mejillas.
Bailan con las cascadas que murmuran tu negro nombre,
teñido por el humo de las avenidas sin salida.
Desatan tormentas que no encuentran tornados donde dormir.
Golpean mis ojos con el polvo de tus restos.
Cantan con tu voz que llega rota a mis oídos ya cansados de vagar
por los senderos de un piano que en su oscura soledad busca afinarse.
Los días de agua rozan violines, viajan por los túneles de una flauta
que al posarse en mis labios silva recuerdos en quiebra.
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