Me susurran desde el horizonte las sombras de los días
con voz quebrada por el tiempo me susurran,
y qué dicen no lo sé,
el mensaje me llega en una nave de aire
de ruedas que gimen,
en corazones de papeles que arden en el fuego,
me llega por boca de momentos invisibles,
que me rozan el cabello para que les muestre
el rostro oscurecido por el beso de cenizas del futuro
Parada como una estatua de despojos del mar,
frente a esa linea de olas que miden el porvenir,
las veo y lloro,
a la sombra de los días que toman el camino de los rayos del sol
a dónde van no lo sé, los días muertos.
Parecen regresar a la llave de los cielos,
donde otros como ellos se gestan en gotas
para seguir naciendo en los instantes del mañana,
en los ojos verdes de la tierra como pétalos lágrimas.
Me miran ya cruzando el umbral del no tiempo
con los ojos abiertos,
fosas que se se llevan en su corazón de tierra,
mis vivencias de ayer.
Larga procesión de almas desnudas hacia la fuente del tiempo,
mostrando en la piel las marcas de las voces y rostros
que visto y palpado,
interminable es su andar pesado con el único afán
de soltar las cadenas al abrir sus alas incorpóreas,
allá, en el árbol de la vida
en el que otros días de hojas de metal están naciendo,
allá, donde otros de arena comienzan
a filtrarse por nuestros cuerpos de cristal.
Se van las sombras de los días,
y qué sola me dejan
con las piedras de la revelación
incrustadas en los ojos,
levanto una mano
porque la mirada me pesa
y el hoyo que traigo en el pecho
con todas sus voces adentro,
tan profundo es mi pecho
que me siento ese reino
a donde van a descansar y renacer los espíritus.
Adiós les digo por un segundo
y cuento sus pasos hacia la puesta del sol.
veo cómo algunas sombras caen al mar,
semillas de oscuridad,
y comienza un nuevo tiempo para el agua,
nacen peces que por magia de un gran día
serán hombres.
Adiós les digo con las manos llenas por el polvo del tiempo,
adiós por unas horas,
pues bien sé que regresarán a perseguirme
cuando muy lejos del mar me halle, sola con mi ocaso personal,
allá estarán,
en los instantes transparentes de mi noche,
las sombras de los días,
portando el rostro de algún difunto
o el viejo amigo que ha olvidado mi nombre,
y siempre una lágriman como amuleto bajo la almohada
espero de sus manos frías,
es nada comparado con la sangre que les cedo
como pago eterno de mi estancia aquí en la vida.
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