Intimidad

Tantos ojos ávidos por devorar el universo se pierden en las arenas

y las salobres aguas de la luna,

en esas olas que sepultan y arrastran los pequeños sueños

que como estrellas se fecundan en el vientre de la noche.

Tantos pasos andan en los corredores de la vida,

a tientas por las habitaciones que se abren y cierran como cielos o infiernos.

Mundos pueden haber infinitos como astros;

algunos que colapsan y otros que nacen en los vacíos del espacio.

Mas la oscuridad abre los ojos y de su parpadear surge la luz.

Sienten mis corazones, en esta noche fría, que de ella venimos,

¡ Ah, esta noche solitaria que hoy vive en nosotros!

Los seres quedan sepultados por las mareas del silencio

y sólo nuestras voces se abren paso a paso en esta quietud

que construye la noche en su juego de bloques,

de lugares interconectados en los que una rosa grita

al otro lado de los mares sin ser escuchada.

¡ Qué soledad tan bienvenida cuando mi existencia se confunde con tus ojos!

Cuando expira mi cuerpo y mi alma levita en el espacio

como una llama capaz de sobrevivir en tus pupilas.

Sienten mis corazones que sólo existimos tú y yo,

el mundo es un desierto lejano y minúsculo

que se extingue en los precipicios del oído.

Existes sólo para mí en este momento que ya se despide

a punto de ser un punto luminoso en los recuerdos.

Existo sólo para tí en este segundo que se ahoga

como un grano de sal en las peceras de las rocas del mar.

Solos, sin clamores del día, sin los mensajes de los pájaros de Dios.

Solos, sin la mirada del cielo que hemos ocultado entre la piel,

así te palpo y me palpas,

como dos humanos que se han dibujado en los papiros de la historia.

Este instante se escribe a punto de palidecer.

Eres un cristal donde reflejo la intimidad que me apresa a tu alma.

Te ves en mí como en un hondo lago de rocas y fósiles que la humanidad

ha lanzado, y aún así tu imagen es nítida en mi niebla.

Ya te duermes, ya nos vamos yendo hacia el limbo de los sueños.

Veo tus pestañas caer como un telón en el último acto

en el que nos entregamos el suspiro de los huesos.

Ya me voy muriendo sólo para ti, y tú vas cayendo al impregnar mi esencia.

Ya nada queda.

El firmamento desnudo vigila los corredizos de los sueños.

Mañana será un nuevo día y estaremos otra vez inmersos en la bola de fuego.

Existiremos para todos, tú estarás un poco más distante,

y lejos te  recordaré como un espacio  que se abrió a mis ojos

por una falla del tiempo que siempre evocaré.

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