La noche me perdió amor mío,
me perdió como pierde a las palomas en su misión de dar mensajes
a los ángeles y alumbrar sus sueños.
Me perdió en los reflejos del relámpago y vi mis rostros duplicarse
en la tormenta y en su cristal en llamas.
Me perdió la noche amor mío en su laberinto de estrellas
como a Asterión que fue preso de sus instintos de libertad.
Me perdió en un miedo hecho ave en el alba del insomnio.
Pero el palpitar de tu corazón y su sonido ronco de tiempo supo
guiarme de vuelta al refugio para mi alma,
a tu pecho de guarida para el sol cansado de su eternidad,
a tu pecho de rocas donde como la ola me escondo de las sombras del mar,
a tu mirada de universos donde me acurruco como el polvo de los astros en el
infinito de tus pupilas.
Corredores deshabitados, de soledad,
en los que como soberana de un reino sin dueño me paseo.
De vuelta a tu sonrisa que es el templo en el que yace mi niñez
y es santo niño de inmaculada memoria,
templo para verter mis rezos y la lumbre de mi vela torcida por el viaje.
La noche me perdió amor mío porque soy sombra y las sombras en la noche se desfiguran
y duermen en el espejo de la luna quietas como mármoles.
Pero el latido de tu amor, ese sonido ronco del tiempo me regresó a ti.
Ahora que vuelvo grito en los corredores sin final de tus ojos
como quien ha vuelto a casa y la luz lo recibe.
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