Entre metáforas y electrones

Resaca dominical (o de la entropía)

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Después de la fiesta los platos sucios. En el fregadero un Everest de trastes. Suelo maculado de pisadas húmedas. Las sillas de la cocina en la sala, el sillón de la sala en un ángulo incomprensible. Después de la fiesta, la resaca, palpitan las sienes y la luz del sol hiere con su seca desnudez.

Ayer los amigos y la música, el chocar de los envases con cerveza clara. ¡Salud por la vida y por el tiempo juntos!, ¡Salud por la noche: panterita mansa que se deja acariciar!. Ayer el póquer y los recuerdos, las anécdotas de siempre renovadas con algún gesto ingenioso. Ayer

Hoy la casa luce ojerosa, me exige sopa caliente y un baño. Me gustaría ser mago y, al movimiento de una varita, hacer que los vidrios rotos regresaran a formar el vaso sobre la mesa, que la cerveza derramada en el suelo volviera por si sola al envase, que los trastes las sillas las servilletas y los restos de botana se acomodaran en su lugar. La casa es un rompecabezas con las piezas regadas. Quisiera ser mago y, con un chasquido de los dedos,  vencer a la entropía.

2

Que los vasos rotos se reconstruyan por sí solos no es algo imposible, sino altamente improbable. Utilizando una analogía de Stephen Hawking “ sería como  estar agitando una caja de rompecabezas con las piezas sueltas y esperar que de pronto se arme”, algo que puede suceder, pero dada su bajísima probabilidad, uno tendría que estar agitando la caja una cantidad de tiempo mucho mayor a la edad del universo para observarlo. La lógica para esto es sencilla: solo hay una configuración posible  en que el rompecabezas esté ordenado; en contraste, existen millones de maneras posibles de que esté desordenado.

La física es un juez implacable,  exigente en el cumplimiento de sus leyes : “La entropía siempre aumenta”, dice.  Los procesos naturales fluyen hacia un aumento de la entropía, es decir, hacia un incremento de desorden o aleatoriedad.

3.

Lisa_Homero

En una de sus memorables frases, Homero Simpson le grita a su hija: “¡Lisa, en esta casa obedecemos las leyes de la termodinámica!”, y es que Lisa ha fabricado una máquina de Movimiento Perpetuo. Si la ley de la entropía pudiera ser violada, un  dispositivo de esta clase se mantendría funcionando por siempre sin necesidad de agregarle un extra de energía, logrando con ello el santo grial de la ingeniería: una máquina de eficiencia perfecta.

Pero a la naturaleza le interesa poco la perfección. Un dispositivo que pueda transformar toda la energía recibida en trabajo es algo que simplemente NO puede realizarse, no importa cuánto avance la ciencia o la precisión de manufactura. En toda máquina, inclusive en el cerebro con su extraordinaria complejidad, siempre habrá un desperdicio de energía que contribuye al aumento de la entropía.

Recoger la casa después de una noche de copas, construir una pieza de alta ingeniería, producir un ser vivo o seleccionar el sentido de las palabras para darle  coherencia a este texto… Todos son procesos ordenadores que implicaron un gasto de energía, parte de la cual,  se disipó en energía inútil. Si uno tuviera mirada microscópica podría ver cómo,  por cada intento de ordenar algo, las moléculas a nuestro alrededor se moverían más y más desordenadamente con el calor de nuestro esfuerzo.

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Si, después de la fiesta, uno se levantara y encontrara su casa en perfecto orden, sabría inmediatamente que algo está mal: el tiempo habría sido trastocado, vuelto hacia atrás. Si, al salir luego a la calle, viera  el humo de las fábricas entrar a las chimeneas en lugar de salir de ellas, se confirmarían las sospechas. Sucederían luego eventos como ver a la rosa cerrarse y volver a la tierra o que, al mirar en la basura, las cáscara de los huevos rotos se juntaran para volver a esa bella forma ovalada.

Una de las consecuencias de la segunda ley de la termodinámica es la dirección que le damos al tiempo. Sabemos que el tiempo avanza cuando la vejez vence a los cuerpos, cuando el pasto se seca, cuando una casa abandonada pierde sus simetrías por el deterioro de los techos y los muros.

¿Por qué no podemos recordar el futuro?, se pregunta la ciencia. Una de las posibles respuestas tiene que ver con esta ley. El futuro es incierto por aleatorio, la memoria se alinea con el aumento de la entropía; para recordar el pasado sólo hay que rebobinar la cinta y ver como se juntan los vidrios rotos hasta formar el vaso. Recordar el futuro implicaría predecir exactamente en qué posición quedará cada trocito de vidrio después de la ruidosa caída.

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