El título de un revolucionario

 

A cada estudiante universitario,

desde lo escondido de sus adentros

vuélvanse nuevos revolucionarios,

clamen por la paz, la vida y los otros,

usen una convicción desbordada,

manifiéstense, con lenguas de fuego,

en favor de aquella gente olvidada

para que les consigan un sosiego

hace tiempo perdido y olvidado;

emprendan la enorme y constante búsqueda

por la justicia del asalariado

y que así la gente ya no se agreda.

 

Hagan de los pensares su estrategia,

con la cual todos vivamos mejor,

la justicia no será verborragia;

sean de cada pobre, defensor,

y con anhelo de conocimiento,

batallen en contra del vil letargo

el que dejó a la gente sin aliento

y a la razón con un sabor amargo.

 

Del pecho que les salga, sin censura,

el espíritu del hombre inconforme,

la corriente liberal, la cordura,

háganlas algo transgresor, enorme,

que sus consignas no puedan morir

vuelen por siempre, con alas rojizas,

y cuando alguien se las quiera extinguir

renazcan de entre sus propias cenizas.

 

Cubran con yelmo a la sabiduría,

y con dos listones verdes abrácenla;

a la esperanza mentora,  defiéndanla,

es escudo contra la villanía.


 

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