Voz incautada a los pies del verdugo.
Desnutrición de misericordia inexistente.
Sollozos que se abren paso entre edades juveniles.
Saturación en el ambiente de interrogantes nunca contestadas.
Amuletos dejados en el suelo.
Oraciones imposibles de terminar.
Aceptación sumisa de la lógica impuesta.
Últimos minutos imposible de registrar.
Cimitarra pegajosa limpiada de posibles injusticias.
Dejada en la vitrina junto a las sonrisas de satisfacción.
Afilada cada ejecución en las creencias relativistas del poder en turno.
Esperando ser lucida en las redes sociales de alta morbosidad.
Cimitarra invisible que ejecuta a familias enteras de las víctimas.
Dejando, no cabezas en la tierra, sino tierra coagulada en sus cabezas.
“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”
¡No me puedo imaginar más!
Últimos minutos imposibles de registrar.
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