Ausencia

“¿Por qué no lo ahuyentas, te deshaces de él?, pero al contrario, ¡le pones comida y bebida!, aunque te haga tantos destrozos en tu casa.” Me dijo una vecina, y yo le contesté que estaba loca. ¡Cómo iba a correrte, si eres mi compañero!, pero ella insistió en decirme que si no me cansaba de limpiar todos los días tus porquerías. Yo le dije que ya me había acostumbrado, que no me pesaba. Ella se fue enojada, susurrando: Por eso nadie te visita, tu casa huele a… ratón caliente envuelto en ropa de de bazar sudorosa; allá tú. Yo también le susurré que ella no sabes lo que se siente la falta de alguien que te escuche, te acompañe, esté contigo en los largos días cuando cambia el horario feo, no tienes señal de televisión, y la única estación de tu radio solo habla de cosas como “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Ya hasta me las aprendí de memoria, pero nunca les pongo atención.
Lo que ya no le platiqué, es que desde hace varios días ya no tengo que barrer tus desechos en caminito hacia la alacena. Para no pensar, me voy a ir directo a mi cama, y me dormiré, imaginando el porqué has cambiado tanto, que solo comes, te vas y nunca te veo; y la razón de porqué ya no me felicitas en mi cumpleaños; y así me quedaré dormida, pero está vez para siempre, no soporto tu ausencia…¿Dónde dejé las pastillas esas?, las que estaban en la bolsita de plástico azul, ¡ya no están!, no hay ni una siquiera. ¡Oh no, te me adelantaste!

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