Una ráfaga de la brisa abre mis ojos
me asomo en ellos para contemplar el paisaje nocturno,
entonces ahí está el árbol, viviendo epopeya de su alma,
busca entre sus ramas el rocío que olvidó la mañana,
y entre sus raíces se afana en encontrar las huellas
de la madre tierra que esconde al sol en sus cristales.
Sus hojas negras se azotan contra el viento,
son espadas que profanan las cenizas de la madre
y hieren al camino, son corazones ennegrecidos
que bombeados por el viento cavan su propia tumba.
Nueve son las hojas que libera, nueve las que tenía,
nueve veces lamenta que su desnudez abrace el cuerpo vacío de la cielo.
Nueve veces el viento cierra mis ojos y pienso en por qué nueve
y no diez, algo se ha perdido o está oculto en el paisaje.
Entonces ahí está el árbol en su heroicidad nocturna,
ha olvidado el amor de dar frutos,
sus semillas vagan sembrando sueños en sus hermanos.
Pienso en que podrían soñar los árboles
sin son sus espíritus los que pueblan mi realidad nocturna.
Impactos: 4