A bailar

Me tomas entre tus brazos y avanzamos por la letra que evado escuchar. Solo me quedo con el ritmo de cuatro cuartos que canta Gardel.
Río de la Plata apadrina cada repetitiva tragedia en compás que engancha a corazones curtidos por un fiel músico de bandoneón.
Me lanzas en giro inesperado, para volverme a enredar en tu sofocado juego, y yo simplemente enredo mi pierna por tu cadera… unos segundos.
Me recargo en ti, mientras se van hilando toda clase de situaciones que Homero Manzi ha colocado en el pentagrama.
La fuerza y suavidad con que me tratas al arrastrar nuestros pies por el piso, me dejan sin aliento. ¡Qué calculada tienes mi necesidad de ti!
Mientras hacemos ochos cortados pienso: Donde no hay valla, la propiedad es saqueada, donde no hay mujer, gime un hombre a la deriva.
No atino a saber cuál será el final después del molinete, espero una cargada, pero tú te das la media vuelta y te vas. ¡Era solo una canción!

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