Los día de fuego consumen fotografías que duermen
acumulándose en un albúm de cenizas,
encienden claveles sentenciados por un jardín de rosas,
danzan alrededor del mar incinerado de papeles,
de archivos de sueños en un rincón del librero,
reinado de polillas emigrantes.
Desfilan con vestidos rojos que con el vaivén del viento
lanzan relámpagos asesinos de historias.
Encienden las arterias de mi corazón y con ellas a las sombras que alberga,
invocan con su luz al cementerio de estatuas
Coleccionan cuarzos del camino para encender sus fogatas,
y al transformar luces en carbón pueden calcinar ilusiones.
Los días de fuego al usurpar casas abandonadas pueden vender
los cristales rotos de las ventanas y las cúpulas que saquean
y todo cae al reloj de sus fauces desterradas del calor del sol
y de la lumbre de los ángeles.
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