Un entendimiento con los otros,
más que comprender acciones,
gestos que desnudan planes,
es saber los requerimientos de uno mismo.
Por cada elección de vida
se toman en cuenta intenciones
tatuadas en los movimientos ajenos
en los resultados de su punto de vista.
Al pensar como un anejo al cuerpo,
preocupado por cuidar la otredad,
cada acto se contrasta con la experiencia,
se vuelven una lectura monocromática.
Un escucha de su pensamiento
entiende el lenguaje de los cuerpos,
las intenciones que las voces marcan
y manda con zapatos forasteros.
Comunicarse sin una tormenta de tapujos
con tanta gente como se encuentre,
sentir lo peculiar de cada uno,
así se manifiesta la inteligencia empática.
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