Se me acaban pronto los recuerdos contigo,
los versos que cuidadosamente ocultaste en mi corazón,
las cenizas del sentimiento esparcen nuevos nidos,
nuevos poemas que llevan tus huellas inscritas al revés,
que aún en la memoria se estiran y perduran desnudas bajo un fulgor de estrellas.
Mas aún así ya es tarde, el tiempo no perdona al miedo, ni a las flechas cobardes.
Ya se acaba el hilo dorado de Ariadna para que en los sueños te presentes,
es una sombra la luz de la sangre en tus labios, un rastro de animal herido en la nieve.
Ya no estás sino en el intento, en algún lugar del hueso de las palabras que dormida me hablan.
Entre la niebla, como un niño triste me miras, como un sol velado por el frío,
y me preguntas por el agua de mis manos acurrucada en la pequeña oquedad de deseo.
Se acaban los recuerdos, o regresan a la enorme madriguera de lo imposible, de lo salvaje y el anhelo ignorado.
Caen derribados los pétalos de un río que el viento de esta tarde arrastra hacia el mar.
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