Estamos bajo la influencia del vino que rozando nuestros labios lo usamos para componer de otros sabores las partes de nuestro cuerpo que en apetito del deseo queremos devorar.
Odio el vino, odio el significado romántico que le dan como si fuese elixir esencial de cualquier romántico o educado. Que lo ponen como uno de los placeres obligatorios que todos debemos conocer. Así que, por una parte odio el momento incomodo donde debo verter una botella de este para darle el toque de placer contundente que deseas. Odio la parte donde me explicas de fechas y cosechas. De procesos y oxigenación. Me importa más el sexo y eso ya pasó a segundo plano.
Entonces has provocado que odie un grado más el vino. Me embriago con tu deseo y tus caricias, con tus ruidos y tus facciones, me embriago de posibilidades de deshacer el universo en la cama e instantáneamente crear todo al punto del orgasmo. Pero te has encerrado en ese pequeño mundo donde el vino es superior a mis expectativas. Donde lo involucras como juguete sexual solo porque alguien así te dijo que fuera.
Mas es mi intención aprender un poco de tus costumbres en la cama, bajo el flujo de la pasión y no del alcohol, veamos a donde nos lleva tu vino tinto, veamos que tanto puedo aprender de él a través de ti.
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