No sé cómo, no sé por qué llegué a la tierra de las respuestas que ya no tienen preguntas.
Esta tierra no tiene horizontes, pero sí vastos desiertos indetectables por satélites comerciales. No tiene peligros, pero sí tsunamis ocultos de aguas dulces ininteligibles. No tiene caminos, pero sí inconmensurables extensiones de selva virgen vertical.
La lógica esta diluida en cada gota de agua. Y los que la entienden están diluidos en cada población urbana. El sentido común está en peligro de extinción. Y yo ya no entiendo nada.
Pregunté, y no se necesita equipo especial para ir, solo una imaginación despegada de las conversaciones predecibles, e instrumentos para escribir.
El lugar se inauguró no hace mucho. Antes, todos transitaban por las mismas sendas, los mismos finales, los mismos nudos y los mismos inicios.
La única que no se deja arrastrar para allá es la realidad. ¡Nadie le ha dicho que se está viendo antigüita! Creo que nadie se atreve. “Al soplo de tu ira se apiñaron las aguas, se irguieron las olas como un dique, los abismos cuajaron en el corazón del mar.”
No lo puedo explicar, pero siempre acabo yendo cada martes.
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