Una lágrima, solo una, al evocar tu mirada triste de las últimas visitas.
Una sola, al verte andar con dificultad con tus pasos cortos llenos de vida y resignación.
Una lágrima, al rememorar las tardes de café acompañadas de planes de viaje.
Una sola gota traía los desayunos de crujiente pan recién horneado, de champurrado caliente.
En ella recordé tus soledades, horas acompañadas de un amor perdido, de un padre amado, de una infancia en el campo.
Ella me trajo tu voz, entonando canciones que hasta hoy no aprendido y cuyo nombre aún se resiste a quedarse en mi memoria.
Me regaló tus conversaciones con los pájaros, tus reprimendas a las flores por negarse a crecer o a dar frutos.
Me regaló tu sonrisa y el brillo de tu mirada al escucharme gritar:¡abuelushka!
Me regaló tu abrazo
Con esa gota llegaron tus ojos miel preguntando por mi ser, señal de un dolor físico que perturbaba tu mente. Como lloré aquel día que no reconociste en mí a tu niña, a tu escuincla, a tu loca sin remedio…
Como lloro hoy, que no estás para llegar al Sur.
Esa lágrima contenía la furia del no estar, del reclamo por mi ausencia, del dolor.
Única en el frío, guardaba la tempestad que hoy está cayendo en mi lecho. Aguacero de sal que por fin voy dejando salir.
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