Coloridos vibrantes en tonos y silencios diversos, fuerza que se arrastran pesadamente, o seres de cuentos infantiles que bailan ligeros.
Blanco extendido en un frío paisaje, armado en cuerdas y alientos por un autor de algún país bajo.
El retumbar de arterias al reconocer su herencia, en cadenas de percusiones a contratiempo.
Melosa sensación que salpica un violín y una flauta dulce en acción.
Imaginación excitada por los metales que dejan intervenir algunos sonidos rítmicos de timbales in crescendo,
o simplemente, salmodiar para Tí al arpa de diez cuerdas.
Creadores, historiadores, paisajistas, acunando en la vibración, no para el yunque y martillo del otro, sino para los hilos de sus entrañas, selectas emociones para quien tiene el don de apreciar los altibajos de la vida en ritmos que mueven su ser completo.
Todo esto con siete notas… y un pentagrama.
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