Había una vez un fantasma que era alérgico a la flor de cempasúchil, cada vez que era día de muertos, le daba escozor el esqueleto, ardor de cuencas de ojos y escurrimiento en la nariz, si la tuviera.
Una vez, cuando se acercaba la semana de las ofrendas, se fue al mercado de su pueblo, y asustó a todos los que iban a traerlas; logró que nadie comprara esas flores. La mayoría murió del susto, pero, anunció la prensa que fue por un ataque terrorista de Ántrax. Se declaró en cuarentena la población, se acordonó el lugar, llegó el FBI a investigar, y la Secretaría de Turismo pidió a la ciudadanía que no fuera a visitar las coloridas ofrendas ese año.
El fantasma estaba feliz de que nadie en sus casas pusiera flores de cempasúchil, cantaba: No des tu corazón a la tristeza, evítala acordándote del fin. Fueron las ofrendas más tristes desde que se devaluó su moneda frente al euro. Pero cuando pasó el dos de noviembre, al quererse ir el etéreo con todos sus compatriotas muertos, no pudo, pues estaba en cuarentena esa zona.
fin
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