Escribo y dejo a mis memorias desfilar en el papel,
también tú en algún rincón del mundo
lanzas tus memorias como peces a la profundidad de una copa,
alcohol y tú se vuelven uno,
papel y yo formamos la misma superficie de un planeta.
Escribo y tú bebes,
él dibuja con su aliento sobre el papel carbón de la noche,
crea sus memorias brillantes que después calca
y borra con el afán de internarse sin pincel en el espacio vacío del firmamento.
Te vuelves uno con los ojos de la noche que brillan en el rostro del alcohol,
penetro en la luz de mi soledad, derribo las oscuras capas de mi voz
y él se extravía como una sombra en la búsqueda de sus huellas.
Escribo y tú bebes y él pinta la noche,
crea el espacio infinito de su soledad
y ella, la espectral luna, neutral reina blanca,
lanza su red de almas,
nos pesca, construye su reloj de arena negra sobre los caminos de espuma
donde ciudad y seres en penumbra forman parte de la misma imagen.
Ella pesca y cuando se cansa de sus redes,
va por agujas e hilos
que nos hermanan con la sangre de los sueños y la noche
sangre que bombea por nuestros corazones el mismo ADN
de vacío, soledad y deseo.
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