Llegaron la libélulas antes de tiempo,
las pronosticaban para el siguiente año
pero llegaron sin avisar, sin previas llamadas, sin altavoces.
Rompieron los cerrojos cual si no hubiera puertas,
traspasaron las cortinas del cristal cual si no hubiera ventanas ni casa.
Se estacionaron hambrientas en el nido que las aguardaba desde Enero al pie de mi cama.
Llegaron con los tormentos de Agosto cargando con las mariposas de algodón
que se posan en las heridas, con combustible de granizo y carbón para las fabricas de invierno.
Vinieron en su areoplano de plumas, emprendieron el vuelo en el árbol de los confines del mundo
y viajaron muchos días, muchas noches y llegaron a mi humilde ventana.
Atravesaron los umbrales que anteceden mi portón carcomido por las polillas
y trajeron consigo una gota de lluvia que se escurre en mi monedero y trajeron hambre,
un hambre de acumulada por siglos.
Un tiempo helado las arropó en su viaje, comían ramas secas del camino incierto,
levantaron buscando oro, y por si no losaben, eso comen estas líbelulas insaciables,
quimeras de oro y de polvo.
Estirpo mis lágrimas para callar su sed , desmenuzo mis quebrantos,
hilos rotos de las memorias. Si se escapan irán tras el agua de tus poros.
Persiguen el eco de mis pasos como guardianes, de sus alas se levanta la tierra a mis espaldas.
Desentierran las cenizas de mis antepasados y aún así no aplacan el rugido de sus fauces.
En las noches deshojo mis penas y antes de verlas dormir
veo como incineran mi ofrenda en sus ojos de hoguera.
Me abro el corazón de miel en una plegaria y las contemplo acercarse a devorar mi panal en ruinas.
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