El callar alarmas con manos entumecidas
se asemeja al construir un modelo de lodo
que es aplazado para un momento adecuado,
postergación que nunca acabará.
Desde primera hora empieza la guerra fingida,
preparación para cuando se pueda vivir,
estar listo para desempolvar goces fantásticos,
ya no desaprovechar ni un instante.
En el planeo habitual de los pasos
se ignora la profundidad de las veredas,
es un ejercicio de esquivar piedras que no cesará
mientras se pasa de largo la existencia.
Las aspiraciones del propio legado
se ven relegadas a copias poco detalladas
como pintadas a memoria arenosa
y con retrasadas fechas finales.
Ante el extinción de lo nunca hecho,
con los mañanas estancados en ideas habituales,
el final del ensayo ya es solo un añoro,
y las alarmas se callan en tierra.
Impactos: 4