Ruptura

 

Me fui pisando las hojas que susurraban tu nombre

y con ellas me llevé tu alma

y  con el viento los papeles rotos

que tenían tatuados nuestra imagen,

papeles sin recuerdo ni voz de las memorias.

 

Dejé en la noche tu casa tu ventana,

en la que te multiplicabas como una mariposa de mil alas  que formaban tu rostro

y tus ojos  lanzaron  su red de lágrimas hacia mi cuerpo.

 

Las hojas me sujetaban los pies,

las sábanas a través de la puerta que me veía partir

decididas aventaron sus alas.

 

Los muros se besaban haciendo los muros del camino muy angosto

y como un pájaro me sentía en una jaula de piedra

hecha de los muros donde dejamos muchas veces nuestras huellas.

 

Mi sombra se ancló al piso

y tres veces volteó hacia ti

y tres veces se hizo herida en la piedra.

 

Iba con mis alas mojadas tapando mi cuerpo desnudo,

mis alas de mariposas de colores desteñidos por la lluvia

y toda mi desnudez sudaba tu nombre.

 

La noche no lloraba, no reía,

sólo con su rostro enredado en las ramas de los árboles del camino

se cansaba de su labor de forjar estrellas.

 

Y el cielo se despojaba  de su piel rojiza de durazno podrido,

las nubes  se desgranaban en el techo de tu casa

el balcón nostálgico me despedía desde su mirada de ventanas.

 

Me interné en el jardín,

cementerio de flores,

matrices de semillas,

me perdí de ti,

me adentré en tu olvido,

en la noche que disuelve las formas,

en las aguas de su fuente.

 

Dejé una lágrima de cristal en las escaleras

ahora encuentro el eco de tu voz y tus pasos en los oídos,

eco inmóvil que no se despidió de mis labios.

 

Me fui sin dejar en los suelos de tu memoria un hoyo

por el que mi recuerdo pudiera colarse,

ninguna de mis palabras navegó en el eco de tu mansión

de corredores sin ti,

sepultura de tu amor

caminos de fantasmas hacia el amanecer del olvido.

 

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