En la entrada del barco Augusto está esperando en la fila para entrar y dice en tono bajo−: apenas es el principio y ya estoy aburrido, no creo aguantar estos nueve días, me voy a dedicar a continuar con mi investigación y no voy a salir de mi camarote, salvo para ir a comer. No sé qué hago aquí! −Cuando oye que alguien se le caen su bolsa y al recogerla se le cae otra bolsa, voltea y mira a una mujer, y continúa diciendo en voz baja−: no contaba con las distracciones. A quién se le ocurre traer tanto equipaje, tanta bolsa, qué, ¿nadie le explicó que son solo 9 días, no años! – la mujer apenada ve a su alrededor y ve a Augusto que la mira y mueve la cabeza de una lado al otro, ella hace una mueca de sonrisa, mientras que Augusto solo voltea para otro lado. En la noche, Augusto va vestido impecable para la cena de bienvenida y se vuelve a encontrar a la mujer, que parece desorientada. Augusto la ve y se va a otra parte del salón, pero no le quita la mirada, solo susurra− “de que hay gente mal vestida, la hay.”
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