Mi pluma tiembla al pensar en escribir sobre ti, sobre la realidad que representas, como si todo lo que hasta ahora he escrito fuera un sueño y fueras tú el choque con la realidad, con una nueva forma de sentir. Congelada bajo las estepas de viejos versos busca en el fuego que oscilas en tus manos, en ese sol que has traído para imponer un nuevo orden, el calor que la haga a través de las palabras desenredar tu misterio, darle forma a las fuerzas que emanan de tu pecho y me superan. Eras una potencia oculta, dormida y silenciosa en la nebulosa muerte de mi corazón. Casi ni respirabas para no darte a notar entre la oscuridad del llanto que sobre tu rostro de semilla oraba para hacerte emerger en esas noches en las que mi afición era remover las arterias como tumbas buscando un sonido vivo, el germen de una orquídea, restos de luz sobre los cadáveres de rostros en los que creí vivir, a los que creí dotar de soplo y solamente eran cráneos brillando en un engaño, levantándose en torres altas y puntiagudas que hieren la cumbre de la noche, de esa gran noche que embriaga a los corazones que han dado todo de sí. Siempre fuiste lo único vivo en ese campo de muerte, tanto que yo acostumbrada como estoy a la descomposición no podía verte. Te amé desde el primer instante pero el olvido echó su velo sobre mí para que pudiera cultivar los frutos del dolor y aprender a andar los túneles del llanto hasta encontrar el río del final, esa dulce agua de luz que eras y eres tú. Tuve que llegar hasta el último escalón de la daga y empapar mis palabras con sus lágrimas de sangre, rozar el filo del insomnio en el último salón de la soledad. Tuve que besar al miedo sin máscaras en el fondo de mi pecho hasta hacerte despertar como un astro hecho de toda la luz y vida que había sepultado quizás para desentenderme de la responsabilidad de amar. Ahora que estás afuera de mí, que ya eres una fuerza de la naturaleza, un sol recién nacido, ahora que has traído a mi corazón de entre los muertos, enséñalo a usar el fuego, enséñalo a caminar entre los vivos
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