Nació primero mi experiencia, luego mi intelectualidad. Ambas convivieron hasta que en la escuela la disertación aprendió acallar a mi sentir, y nadie le enseñó a ésta a pedir auxilio, y no se defendió.
Mi conceptualización acabó por acuchillar a mi experiencia. Fue un fratricidio espantoso. Resucita mí experiencia, Jesús.
He leído sobre ti, he disertado sobre ti, he negado tu existencia, pero no he sentido tu ausencia.
Ya no quiero orar con la mente, ya no quiero comunicarme en las certezas, ya no quiero vivir de axiomas, quiero sentir tu presencia. Resucita a mi experiencia, Jesús.
Impactos: 1