Nací de tu llanto madre,
hecha de tus lágrimas de juventud soy llorar claro
de gotas inocentes que en su vuelo por tus ojos
presenciaron el misterio del sol.
Tus ojos durmientes de entonces me imaginaron,
al reflejarse en lágrimas se formó mi ser
y como luz coagulada recorrí tus miradas hasta llegar al vientre de tu corazón.
Tu corazón fue el que me dió la vida
no la aritmética de la naturaleza,
fue la vela de tu alma la que extendió sus olas sobre las orrillas del deseo
para que mi alma de pez emergiera hacia las llamas a la vida.
La vida ya me esparaba como un mar de fuego,
mas también soy lluvia y por eso me libero al perderme en el polvo,
al viajar a la astralidad de las nubes.
Acto de silencio soy de todas las palabras que callaste,
el paso de la lengua que cual brisa estremece a las tormentas lloviendo sus mensajes.
Tu lloviste tus sueños, tu niñez, tu asustadiza soledad sobre la vacuidad de mi alma,
toda tu soledad de calles sólo recordadas por el pueblo errante.
Ocurrí como un sueño sonámbulo que se estrella contra la noche,
como el pájaro que en una habitación de nadie se percata de estar preso,
para después buscar al día.
Madre, soy todas las lluvias que no lloviste,
lucho en cielos ajenos en busca de uno donde fundirme con las raíces del relámpago
dios perpetuo en un instante.
Y así voy por el mundo
abriéndome el paso al sonar el machete de la lluvia sobre el asfalto de la vida,
lluvia madre de todos tus llantos, como tus llantos son la lluvia de todos los míos
cuando de alegrías salen a pregonar a la humanidad el clamor oculto de lo innombrable.
Me dijiste y fuí,
de tu compasión nació el llanto creador aunque tú eres mucho más,
porque no hay como nombrar también tus días luminosos
y la paz que infunden sus vientos.
Me dijiste y fuí, pues econtró tu luz una forma de llorar.
No hay palabras para nombrar a las criaturas de tus mares abrazados por el fuego,
al aire de tu tierra que le sirve de carruaje a las olas.
Y como sangre que soy de las semillas de tu árbol,
sangre de los corazones de sus frutos,
lluevo al palpitar y darle fuerzas a este amor que nos une.
Retorno a tí madre, a tu claridad de tempestades, ,
como un ave para trascender el espacio
y es que he nacido de tu llanto de espadas que atraviesan el cielo.
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