Te asomas por tus ojos más pequeño pero luminoso
y eres en esa vitrina circular como un hombrecito atrapado dentro de un hombre
que se vislumbra gigante ante mi.
Te veo asomarte y hacerme señas bajo tus pestañas,
techos frágiles que se caen al roce de la lluvia que mi triste mirada emana.
Las señas son dóciles como las de un niño que me invita a jugar a su casa de trucos y espejos burlones
y mi rostro de lluvia esclarece con un relámpago a la personita distante
que al mismo tiempo huye y se vuelve a esconder en el hombre gigante
que con su sombra eclipsa al astro ingenuo e infantil a punto de nacer de mis ojos grises.
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