Un día te levantas y comprendes que has muerto para los
seres de tu pasado que apenas si pueden recordarte,
nombrar tu risa o deletrear tu voz, y viene esa sensación
de ser un fantasma en el intento de recordarles con un
saludo que se pierde indiferente entre los coros del tiempo.
Un día te levantas y comprendes que salvo para unos cuantos
tu sombra prevalece trémula sobre las paredes de una historia que día a día
se derrumba, y entonces te preguntas si aún existe esa persona que cree ser tú.
Ese tú tan lejano como un copo de nieve que ya es gota de río,
eco de un reflejo ya borrado en un vaso o en una botella sobre la eternidad
de las olas, te parece el simple recuerdo de un muerto que habla desde otra
dimensión de sentimientos que te aquejaron o de heridas que rompen su cascarón.
También sucede que para aquellos indifirentes no eres más que un recuerdo
que pueden agrandar o empequeñecer en el espejo de sus ojos,
y las calles que andaste guardan todavía tus pasos que se confunden en la gran
sinfonía de la multitudes.
Comprendes que ya no eres aquel o aquella que se escapa en una gota entre los pies
del sol sobre las flores de días lejanos, que se apaga como una estrella cubierta
por los mantos de nuevos días como un actor o atriz remplazada en el drama de la vida.
Y cargas con objetos de ese extraño o extraña, con su luz que perdura
en los negativos de las fotografías, objetos que cuentan algo que en el mejor
de los casos desempolvan una sonrisa.
Entonces te percatas que te has vuelto un museo de cosas que se vuelven
escaleras hacia ciudades subterráneas, hacia sueños que ya no puedes descifrar.
Miras el espejo, a ese baúl de estatuas de sombras, a ese ángel guardian hecho de peces
arrinconados en la orillas y no sabes cuando dejaste aquellas máscaras porque
ahora estás tan desnuda o desnudo sin un nombre en el cual encerrarte
o esconder tu verg ü enza o las risas de vidrio.
¿Qué extraño eres ahora que nace justo con el sol de esta mañana
que el pasado ha puesto en una galería de muñecos?
El extraño tan rebosante de memorias que parecen sueños
que los clamores de las sirenas arrastran hacia sus gargantas
de oscuro silencio.
Estás comenzando en el cero, no sabes cuan rápido corrió el tiempo esta vez
que ya traspasaste puertas y corredores.
Estás ante un nuevo sol, un sustituto que ha de pensar lo mismo
al contemplarse en el mar, al recordar viejos bosques de árboles amigos
para los que también es un fantasma.
Estás comenzando en el cero, no queda más que beberse el rocío de la noche
anterior para reinventarse, andar libre sobre los laberintos que el arquitecto Destino
ha maniobrado y esperar a la noche para llenar los ojos vacíos con el frescor de las estrellas.
Otro fantasma ha nacido
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