Recaída

Cada fragmento cae, lento, las gotas de mi sangre dibujan a su alrededor figuras a las que hallaré nombre con el tiempo, por ahora, solo observo en calma cómo van llenando el suelo los restos de mi piel. En realidad, ya no estoy ahí, miro desde fuera de mí, dejé de sentir el dolor, la desesperación, quizá sea la costumbre…

Pero si vuelvo a entrar, recuerdo, siento una y otra vez; como aquellos remordimientos que atormentan el alma de los comunes; vuelvo a la desesperación, me pierdo en esa tempestad, consumo mi cuerpo en el fuego, eso quisiera, pero la brevedad se ausenta; como un buen comensal, el dolor saborea cada bocado de mí, disfruta con sublime paciencia la desintegración de mi ser. ¿Cómo llegué a esto -otra vez-?…

Una frase viaja conmigo, buscando salir a cada paso que doy;  un nombre, tu nombre, quemando la punta de mi lengua, el deseo de verte, aún más poderoso el de acariciar tus labios…

Sí, de nuevo mi manía por quererte, por pensarte, me ha traído a este limbo.

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