Antiguamente los almohadones hechos de plumas,
en los que terror y el libre vuelo de las aves se entrelazaban,
eran el descanso del delirio de vivir.
Clamor de muerte y anhelos,
y la libertad robada de las aves,
estaban atados a la borra de la almohada,
que conducía al paraíso de la noche,
eterno insomnio de Dios.
Hoy recostamos la cabeza sobre piedras,
algodones endurecidos por la sangre de la tierra,
nuestra alma vaga sobre retazos de sueños,
hoy la cabeza se apoya sin la certeza
de encontrar abiertas las rejas de cielo nocturno,
en el que Dios parece más un preso que descansa sobre nubes enmohecidas.
Ya casi nadie caza aves para rellenar almohadas,
hoy todas ellas duermen en sus nidos de espuma
veladas por la afanosa tarea de la noche
de hacer burbujas en su sombrío jardín.
Los ojos en llamas del porvenir se mezclan con el pálido rostro del pasado,
tal monstruo de arrugas y encanto es la estatua que construyen nuestras pesadillas,
cuando parece imposible hallar una pluma de las alas de la niñez errante en la almohada,
Almohada, vieja almohada en el cuarto de una novela de amores inconclusos y venganzas sin ojos,
almohada, paloma repleta de plumas de otras aves,
en ti se funcionaban las grises plumas del gorrión con las plumas del quetzal,
memorias salvajes de los campos que nuestros pies andaron,
cálidos recuerdos de la lluvia temprana en nuestros ojos de niños.
Memorias que se construían a si mismas creando la ciudad de los nuestras ilusiones,
hoy despojos de plumas.
Ya no encuentro entre el sopor las plumas del ala salvaje de mi juventud primera,
ya no pueden Almohada, amontonarse tus plumas
como las montañas abiertas e indómitas del amor albergado antaño en mi alma.
Hoy tu lluvia de plumas como el llanto de mil aves cazadas nubla mi descanso
y ya no se si es llanto de mis sueños lo que veo o el suplicio de las
aves sacrificadas para las utopías del hombre.
y si es mi llanto blanco y frío, tal vez plumas en la cama de los ángeles.
II
Juegan ellos, los ángeles a destripar almohadas,
y se llevan el último aliento de sus sueños
y separan los buenos de los malos.
Las tormentosa y emplumada fantasía del amor soñado
cuando tu cabeza y la mía soñaban juntas,
y el febril deseo de estallar en astros
que alguna vez nos embargó en lo hondo, los abraza.
Como niños que fuimos, el canto de la noche fue melodía de juegos.
Nuestro sueño se tendió entre plumas,
pétalos de aves que se desfloraban en el vuelo,
sobre el desierto de nuestra realidad
y cuántas aves no deshojamos creyendo con ellas tener al firmamento.
Hoy esos niños, que aún viven en el sueño de los ángeles,
nada saben de las rocas que albergan nuestro cansancio
y liberan sus ramas para abrazar el rostro con sequedad y empeño
y atrapar al venado que crea ensoñaciones tras su paso por el monte.
Hoy trampas de polvo, de tiempo endurecido,
de bordados sin color y el sentimiento transmutado por el fuego de las sombras,
dejan desnudo al presente,
páramo sin sueños,
pues todos como el murmullo de las rocas que los engendraron han regresado al vasto cielo de su origen,
y allá son susurros cual plumas sobres aguas.
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