Me pides que me pierda en los pliegues de tu cuerpo,
en los agujeros que las centellas han dejado en tu rostro,
hasta llegar a los arroyos nacientes de tu saliva y desaparecer
en la sombra de tu lengua, cual espuma.
Tus tentaciones son un abanico abierto que me abraza en su limbo,
me arranca los ojos, suerte de una moneda sin alas
que cae a un túnel, baraja que sortea la mano del tiempo
sobre las brasas de la mesa.
Perderme me pides, que es como pedirme los cabellos,
para sostenerte al vuelo, los lunares para alumbrar tus noches,
los trozos de los ojos para construir estatuas de
hielo bajo el sol de tus manos, el estambre de mi piel
para tejerte una manta ¿ Dónde quedo? Muero en el cero de mi
existencia para renacer en los números que perpetuas en las piedras
de tu camino.
Perderme en la luz de tus arrugas, en los museos de tu cuerpo,
en las tormentas de tus ojos hasta vislumbrar tu sonrisa de arco iris,
como el humo incoloro que se agarra a tus palabras
antes de abrazar el abismo.
Extraviarme como una hormiga en los desiertos de tu piel,
cargando mi pizca de azúcar hasta llegar a tus labios y oídos,
transitar tus mundos antes que la furia de tu mano recaiga sobre
mí. Desvanecerme como una gota en tus poros sosteniendo mis ríos
hasta tus cuencas, nacer de ellas cual cascada que respira por última
vez antes de romperse en tus rocas.
No importa que las alas me retengan en el aire,
caigo en tus bosques buscando el follaje de tu mirada,
pétalos de estrellas sobre los árboles de tu luna,
silueta perdida en las constelaciones,
manos que se abren como un nido donde me asiento a crear
las cáscaras de mi mundo.
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