París

Sin esperarlo, un día de Febrero, tomamos el primer tren Lyon-Paris, mi último tren en Francia, sin tener grandes expectativas llegamos buscando dónde dormir, no era problema, en un barrio lleno de hindúes, árabes, que importaba ¿Qué podía esperar de una ciudad cuyo monumento principal es una antena?

Solo quería conocerte y me llevaste de la mano con tu sonrisa y encanto, en aquella caminata por Montmartre, un hechizo de la época de oro, me dabas tu calor bajo las luces del Moulin Rouge, dónde tenemos nuestra única foto ¡Que belleza!

Todo mundo hablaba de la maravilla del Sena que atraviesa París, pero hasta atravesarlo junto a ti conocí su encanto.

No fue difícil imaginar a Victor Hugo junto a Notre Dame, viendo y riéndome de esos mil y un candados que cuentan sus historias de amor. Recuerdo nuestro juego de niños al sentirnos misteriosos cuando visitamos el Louvre de noche, si, íbamos a encontrar el Santo Grial… y seguimos nuestro camino.

Siguiente parada, la gran Torre de Montparnasse, hasta el último piso, te vi, en entero, sentí tu respiración en todo mi ser, París, no creí que un paisaje urbano llegase a ser tan bello, tan único.

Ahí mismo en Montparnasse, después de visitar a Porfi, Julio, Simone y algunos otros comimos las crepas más grandes del mundo, siempre frente a ti París, explotamos, fuimos unos glotones pero valió la pena viendo tus ojos, compartiendo sabores… y seguía recorriéndote.

Estaba en shock, anonadado de descubrirte, no le creía a Woody Allen cuando me dijo que París es más bello cuando llueve, admito que esa caminata bajo lluvia en pleno invierno me congelo hasta los huesos, pero tus brazos y tu aliento me dieron calor cuando nos cubrimos de la lluvia en Saint Sulpice, la mejor decisión en ese momento fue buscar un salón de té, ahí de nuevo, frente a frente, menta y canela y el pastel más dulce de toda mi vida, y así la noche caía.

Pasamos las noches juntos París, cerraba los ojos con más deseos de conocerte y de seguir tocándote y en verdad parecía un sueño. Despertábamos y la magia ahí seguía, era como si esa magia viniese de la tierra, del aire, de la vibra que guardas París.

Nos esperaba la basílica del Sacré Coeur, allá en lo alto, recuerdo como nos colamos al funicular para no pagar, y apreciar de nuevo la bella arquitectura. Yendo por otros rumbos unas paradas a librerías, ganas de hacerte comer a la mexicana sin éxito, caminando por el Panthéon, Université, nos acercábamos al final, alguna estación del metro, fue ahí donde nos dijimos adiós, con lágrimas en los ojos, nuestros labios temblaban guardando palabras que nuestras miradas decían, al bajar del vagón nuestras manos se movían lentamente como no queriendo pero al final con un gusto tierno, pues ya estaba encantado por ti.

Después de tantas palabras y hermosos recuerdos de mi mejor historia de amor, solo quería decir: Te extraño Paris.

FLL.

 

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