Cuando suena el anuncio de la primera reunión familiar de fin de año, observo como se abren las compuertas de las burbujas individuales, mía y de los demás.
Mientras camino a las convivencias, fijo la mirada en las gotas de agua cuadradas, triangulares y octagonales que caen en el suelo.
Veo como despiertan los genes de presunción y apariencia con los olores a condimentos untados en pescados, pavos, y carnes rojas. Los dulces gourmet lo hacen a la hipocresía; como siempre.
Vuelvo a encontrar cubiertas las verdades incómodas con los mismos listones verdes, dorados y rojos de años pasados.
El ciclo biológico de esta etapa se termina cuando las opiniones de cada uno amarga la comida recalentada de los demás; y los contenedores de la basura municipal están al tope.
No hay por qué decir: ¿Qué es esto? Y esto, ¿para qué?, que todo se ha de buscar para su tiempo.
Regreso a mi burbuja individual, no sé si por la ley de la paradoja de la costumbre, pero, ahora veo las gotas en el suelo, ninguna con aristas.
Me llevo en mis bolsillos uno que otro propósito de año nuevo, no sé si lo cumpliré… como siempre.
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