A veces mis orgamos como lágrimas se suspenden en los ojos
y llevan en su cristalina esencia el eco de tu reflejo,
vaga sombra que no muestra el rostro pero sí los recuerdos,
la piel de las pestañas como bailarinas de otros mundos.
Lágrimas como espejos que consumen en su luz tu última mirada.
Lágrimas como un espiral de colores del placer y del dolor más profundos,
como navajas en caída que cercenan el himen de los ojos.
Pienso en ti y se liberan todos mis mares como un suspiro del vientre,
nace el deseo incorpóreo, la lágrima del tiempo como la estrella sobreviviente
de una explosión galáctica, como una melodía que se despeña de los labios del relámpago.
Pienso en ti con el alma, torrente de luces me arrastran a los cimientos de la creación,
a la columna del fuego, a las cuerdas primordiales, al origen y el confín de la música,
al umbral acuático del silencio.
A veces al morir mis orgasmos prevalecen, sí, como la lágrima del abismo,
infinita en su espiral de colores donde placer y dolor comparten arterias.
Y el corazón se vuelve vacuidad de ánfora para tu alma líquida,
vino de tu esencia, aroma sempiterna que resguarda el secreto.
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