No hay costuras ni pegamento
en los claudicados ojos del pávido,
los mantiene siempre cerrados
por escapar la iluminación.
Sus párpados en perpetua clausura,
en rechazo a salir de la penumbra;
es seguro andar a tientas por la vida
y evitar el resplandor de la realidad.
Anda ciego por decisión propia,
en un sesgo del mundo exterior,
convencido de ser fotosensible
huye, asustado de lo que puede ver.
Cree que al tenerlos cerrados
la luz no lo alcanzará y se desvanecerá;
teme llegar a perder sus ideologías,
no quiere deshacerse de sus sueños.
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